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LUPITA * XII *


Sobre la azotea todo es diferente, los techos, los colores, el aire, los nervios... El aire que corría, bajo la falda y el pantalón, ambos en el mismo cuerpo esperando las caricias y el ronroneo.

Esa timidez, cómo se inicia, de dónde te agarro, las cintas de colores adornaron el espacio, ese espacio justo para dos, en uno. El coqueteo y la timidez, se fundieron, con el calor, emanado de los cuerpos, deseosos de conocerse, de tenerse, de hacerse uno, con el otro.

Las caricias y el temblor de las manos, hacían melodías, que se entrelazaban, con el movimiento uniforme y coordinado, de los cuerpos sudorosos y diversos, entre miradas sumergidas, llenas de palabras, que se atoraban, entre los gemidos y las palpitaciones corporales, y que acababan, con el apretar de las manos, sobre la espalda, el vientre, el pelo y sus caras.

Miradas, de más deseo, llenas de sentimientos y emociones, que llenaron esa habitación de colores, y más, sí, llenando cada espacio, con ese amor, al otro, a sí mismos, y a los demás. El silencio posterior, lleno de suspiros, aspirando al otro, a sí mismo, a todo, deseando más y eternidad, un momento sin palabras, lleno de aquello que llena, y hace sentir a la soledad moribunda, temblorosa, ante tanto, que no puede más.

Las luces de la noche, anunciando el final, o el comienzo, pero en ese momento, un abrazo, de esos, que mueven, todo adentro, de esos, que hacen decir, volvamos a empezar. Acompañados de los colores, únicas prendas, que los visten, que palparon, cada momento, y que entre sus ellos, guardan la historia, de dos, en un silencio inmenso, que da cada segundo más seguridad.

Cierran los ojos, y vuelven a soñar, y entre luces y celebraciones, se sienten. Aún en la distancia, las miradas, entrelazadas, los harán sentir, aquel viento, de fin de año, que llenó sus cuerpos, los hizo volar y ronronear.

Libélula Roja

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