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En la Carniceria


"Estrene usted púes" fueron sus primeras palabras, mientras con alegría abría el paquete de masking tape ayudado de su fiel amigo, el cuchillo lleno de sangre y con filo para rebanar.

Mientras pasaba los pedazos colgantes de carne frente a mi, recordé cuantos años he vivido esto, desde el vientre materno escuche, una y otra vez, el sonido que hacen sus instrumentos al afilarse y así tantos años después, las pláticas eran diversas, el tiempo, el gobierno, fútbol, participación cívica, chismes y más...

Pero allí estábamos otro día más, él y yo, en conversaciones comunes y corrientes, quizá más corrientes pero amenas, y observé los cambios en él, ese hombre que antes temblaba menos, ahora era más canoso, tembloroso y ya no fumaba, sí la ley lo ayudo... al menos eso dice él... un hombre que poco a poco me ha contado su historia, o más bien he sido impertinente y se la he sacado a regañadientes.

Pero en fin, mi carnicero... y de pronto viéndole me vi, allí parada frente a él percibí mi ser, mis cambios, mis debilidades y fortalezas... sus críticas, frecuentes y en son de chiste, me hicieron ver la realidad... Pues sus comentarios, acertados, me hicieron verme en el espejo de la vida, el cual me rehusaba a aceptar, y fue él quien me hizo reaccionar, quizá su sabiduría, quizá el lazo invisible pero que nos une, quizá nada, quizá yo... pero él me hizo despertar, y allí entre sangre, muerte, alimento, amistad, allí con el masking tape en la mano, empecé a escribirme, empecé a sentirme, a vivirme, a perdonarme, a ser.

Gracias Colocho, una vez más, me llevo más de lo que fui a pedir.

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