Cuentos de Libélula

Entonces sufriré, por ambos, no importa, me presto, prefiero, mi piel, que la tuya. Lo creo todo, de ti, así que me niego, a otros, a todos, a esos comentarios, dañinos, pero reales, que confirmas, que afirmas. Lo espero, te espero, no pido, no exijo, no puedo, lo dije, lo cumplo, pero el que espera, sin observar la simplicidad, la verdad, desespera. Lo soporto, todo, comentarios, miradas, ausencias, excepto la omisión y la mentira.

Al inicio se establecen las normas, la forma de actuar, de pensar, de reaccionar. Pocas personas, o casi ninguna, entiende, tolera, o acepta, la libertad, esa, que es parte de amar, que determina, la no necesidad, de depender, de apresar, a quien con amor incondicional, se confía, se anhela, se deja actuar. Entonces la interrogante ¿Es necesario actuar condicionando, delimitando y haciendo sentir al otro propiedad privada? A lo largo de la vida he escuchado, que hombres y mujeres, discuten y comentan, que esa forma, la de querer y no amar, es más segura, para todos. ¿Es más fácil apresar que confiar?

Pero un día aprendí a amar, un día me enseñaron a valorar, a confiar, a sentir, a vivir, a decir, a pedir... Y ese día, esa situación, es la única que en esta vida deseo practicar siempre y sin parar, no lo cambiaré, no importa quién éste. Esa forma única de amar sin límite, sin restricción, dando todo lo que se tiene, sin miedo, es la única que he de vivir, este amor, un amor alimentado, de creencias, de palabras, de ilusiones. No sé si es real, no se si durará, terminará o empezará. Solo sé que yo sí confié, soporté, creí, sufrí... sin petición alguna, todo y más te dí.

Hoy son la poca mirada que me queda, detrás de estos párpados rosados; del poco aire que guardo de ti, en mis pulmones; del roce constante de mi piel, con el recuerdo de la tuya; de esas voces de sonrisas plagadas de lágrimas de felicidad, que dejan un sabor dulce en la boca, de quien con ilusión la prueba. Hoy le pido al cielo que me enseñe, esa luna gitana, ese efecto de luna, que se llevó el encanto, que apartó el asombro, que me dejo a un lado, que me guardo en una repisa, me empolvo el alma y lleno de tela de araña el corazón.