Cuentos de Libélula

Existen situaciones que dejan ver las diferentes facetas que los seres humanos pueden tener, allí en esos espacios donde se desnuda el alma, donde se refleja el ser, quizá segundos, minutos u horas, son destellos de intimidad, donde se muestran sentimientos puros, donde se muestran intenciones verdaderas, donde se caen las mascaras, donde se es real, verdadero.

Quizá en esos momentos, se desea cerrar los ojos, no observar quien esta enfrente, porque deja de cumplir expectativas, porque deja de ser la imagen mental que se realizo, porque hay miedo de no ser, no tener, no estar y desaparecer. Y la ausencia de respuestas o la excesiva carga de las mismas, produce en ese espacio de intimidad pánico de observar, de quitarse las vendas, las mascaras, de simplemente ser.

Miedo a ser, a estar, a ver, a aceptar, a compartir, a vivir, a comprender, a hablar, a discutir, a admirar, esa intimidad que hizo abrir un umbral, un hoyo negro, un conflicto con disposición al cambio, un cambio sin disposición, disposición sin madurez, madurez sin edad. Las diferentes mascaras que se usan, un día se esfuman y caen, queda el ser, la realidad.