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Este mandamiento de la ley de Dios, que cita el honrar a los padres, no solo es eso, sino también es el único que tiene promesa "vida eterna" si es cumplido, claro está... Quizá sin tanta religiosidad pero si basado en hechos, este mandato se ve concretado en el diario vivir, esa vida eterna, que puede ser interpretada como una vida próspera o al menos tranquila en este caos terrenal, muestra como esta promesa si es cierta.

Erase una vez... En una familia extendida, no solo por grande, variada, distinta y quizá multiétnica y pluri-parental, conformada por nueve miembros, ocho de hermandad y una progenitora, que si se redujo a eso, a progenitora... Que después de muchos años, como era de esperarse deseo ser madre... Y claro exigió su derecho a ser, y la oportunidad y el espacio allí estaba, pero su prole ya grande, desarrollada y dispersa, solo abrió un pequeño espacio en donde solo pudo practicar con cuatro de ocho, un buen número en cuestión de muestreo y estadística.

Pero como era de esperarse o de imaginarse, según los datos previos a su papel como "mamá", la vida de cada uno de sus descendientes había tomado un curso que ya era imposible de querer cambiar o modificar a nuevas exigencias, además del rencor inconsciente de un abandono, que no es un abandono total pero si de figura cercana, claro siempre debido a las labores cotidianas de donde provenía el dinero y el sustento para el hogar, tornaban el ambiente más difícil y quizá hostil, para el "nuevo miembro": la progenitora, ahora futura mamá.

Y aunque hay caracteres diferentes, la enseñanza católica del hogar, brindado por la abuela, fue la misma, sabiendo todos cada uno de los mandamientos, pero quizá olvidando el más importante, no por importante en sí, sino por la promesa que traía, y como simples mortales interesados en las promesas, aún así se olvido...

Y fue desde entonces que se pudo observar como en ese hogar aquellos que deshonraban a su madre, a pesar de su vida, acciones y milagros, se fue deteriorando y haciendo cada vez más ardua, penosa, imposible, laboriosa, sacrificada, dolorosa, enfermiza, esclavizante, indignante, repugnante, impaciente, lenta y obligada... Y poco a poco se fue consumiendo la llama de la vida, y el olor a muerte y repugnancia, se apodero de la vida de los desobedientes... Haciendo de ellos una cruz pesada, un calvario de dolor, que forjaron a pulso, faltándole al Señor, y a esos mandamientos y no recomendaciones que fueron escritas en piedra.

Y aunque la muerte aún no los acoge, se han consumido en vida, viviendo el mismo infierno en su piel, en su corazón y en lo que queda de mente... Todo a sus alrededor se nublo, cual día de invierno, cual tormenta en pleno apogeo... ¿Dios castiga? ¿La promesa es verdadera?... Cual sea la respuesta a las incógnitas, desde la religión o punto de vista diverso, solo cabe decir que cada ser forja su destino, escogiendo su camino, sembrando en él lo que quiere cosechar, sin importar que tanto hicieron bien, eso no compensa el mal... ¿Pero qué es el bien y el mal? ¿Cómo saber que es correcto y qué no? ¿Si el parámetro es uno mismo, cómo sé que no me equivoco?

Ay mandamiento divido, Ay leyes que se heredan... Remordimientos absurdos, culpas y más culpas, ideas de un Dios castigador y contador de pecados... Ay maldita forma de inculcar amor al creador!!!

Amo a mis padres, amo a mis progenitores, a los de ellos y a los de los otros también, respeto a todo ser humano, deseo el bien común, hay un orden natural, no lo deseo alterar... Amo mis raíces, como deseo amar mis frutos... Vengo de la tierra que amo también!!! Honrar a quién desee amar a quién merece!!! ¿Se cumple el mandamiento?... ¿Condena o promesa?

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